Me gustaría hablar de Ana Orantes, una mujer valiente cuyo
testimonio televisivo relatando décadas de maltratos tanto físicos como psicológicos
desemboco en su asesinato trece días después, el 17 de diciembre de 1997, por
parte de su exmarido en la casa que estaban obligados a compartir en Cullár
Vega, en Granada. Este hecho supuso una catarsis en el movimiento feminista en
España que propino cambios sociales y cambios legislativos en la forma de verse
y de tratarse el problema de la violencia de género. Supuso un antes y un después
en el grado de sensibilidad y repulsa de la opinión pública ante la violencia
machista.
Ana Orantes, como muchas otras mujeres sufrió muchas violencias,
consecuencia de su condición de mujer. Nacida en una familia humilde, no tuvo
acceso a la educación, tuvo que contribuir al sustento familiar desde muy
pequeña y como muchas mujeres de su época paso del control paterno al control de
su marido, quedando como era habitual rápidamente embarazada, fue madre de ocho
hijos y por tanto con ataduras afectivas que impedirían su desarrollo como
persona
Alrededor de 1972, Orantes decidió querellarse contra su marido,
llegando a hacerlo hasta en quince ocasiones. Tengamos en cuenta que el divorcio
se aprobó en 1981, por lo que no consiguió separarse hasta 1996, la falta de una conciencia real del problema
de la violencia de género, la falta de formación, de valoración del riesgo, la
falta de estadísticas, de estudios y al
aterrador miedo que Ana Orantes profesaba
a su marido, la había amenazado con prenderla fuego, hecho que luego consumo, derivo
en que el fallo judicial la obligara a convivir
con su maltratador en el mismo inmueble, y a padecer durante más de un año antes de muerte, según manifestaron
posteriormente los vecinos, innumerables peleas y discusiones entre ellos de forma recurrente,
a pesar de las denuncias que la mujer e
hijo interponían contra el maltratador y que casi siempre ganaron.
Ana Orantes fue la primera mujer que se atrevió a hablar de forma
clara y en un medio televisivo de los contantes maltratos que su marido le propino
durante cuarenta años, que por supuesto también sufrieron sus hijos, y que desembocaron
en intentos de suicidio por parte de alguno de ellos, a la vez que también ella
lo intento en varias ocasiones, fruto de la desesperación de la situación que soportaban
y ante la falta de ayuda tanto de las instituciones, de la sociedad, como de la
familia que entendía que eran asuntos familiares que se resolvían en el ámbito familiar
y que a los que se les daba la espalda. Aunque hoy en día afortuna mente con el
reconocimiento de la violencia vicaria los hijos de una víctima de violencia de género no están en el
anonimato.
En el estudio sobre Mujer, Violencia y Medios de comunicación, publicado por RTVE en 2002, sobre “el tratamiento informativo de la violencia doméstica contra las mujeres”, se dice que su testimonio “consiguió que una amplia capa de la sociedad cobrara conciencia de la amplitud y gravedad de un problema que había permanecido en muchos casos oculto, mantenido en secreto por las propias víctimas”.
Desde ese momento, “se multiplica la difusión de noticias sobre malos tratos en el ámbito doméstico”, continúa el informe. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicó en el barómetro de marzo de 2001 que el 91,5% de los encuestados había visto, escuchado o leído en los medios de comunicación muchas o bastantes noticias sobre los malos tratos a mujeres en los últimos seis meses.
Los medios de comunicación que cubrieron el asesinato de Ana Orantes, quemada viva por su exmarido José Parejo el 17 de diciembre, no lo describieron como un “crimen pasional”. RTVE tildaba el asesinato como “un hecho del todo reprobable” y El País, incluso, habló en su artículo de que “la muerte de Ana Orantes había reabierto la controversia sobre el trato que dan los medios informativos” a este tipo de asesinatos.
Un año después de su asesinato, en 1998, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un informe con el título “Violencia contra la mujer. Un tema de salud prioritario” en el que afirmaba que “la violencia contra la mujer es una causa de muerte tan grave como el cáncer”, que “la forma más común de violencia contra la mujer es en el hogar” y que los medios de comunicación tienen un papel fundamental para transmitir que “la violencia contra la mujer es inaceptable”.
En 1997,
cuando Ana Orantes fue asesinada, no existían órdenes de protección. Ella había
denunciado públicamente las palizas que recibía e,
incluso, había anticipado su muerte, afirmando en el programa de televisión
que no creía llegar a Navidad. Su valentía le costó la vida
y supuso un punto de inflexión en la lucha contra la violencia de género puesto
que, con su testimonio, la violencia contra las mujeres
estaba en el centro del debate público.
Tras su muerte
el Gobierno anunció una revisión del Código Penal y de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal que
introdujo, en 1999, las órdenes de
alejamiento como penas accesorias, la persecución de oficio de los malos tratos
o la violencia psíquica como delito. En 2003, se amplió el abanico
de medidas incluyendo también las órdenes
de protección. El 28 de diciembre de 2004, el Congreso
aprobó la Ley Integral contra la Violencia de Género.
En 2003, el
Consejo General de Poder Judicial afirmó en este
informe sobre Violencia doméstica que “el
año 1997 fue decisivo en la respuesta de los poderes públicos ante el fenómeno
de la violencia de género” tras la denuncia pública de Ana Orantes en un
programa de televisión. Hasta 2003 no hay datos fiables de violencia de género: el
número de denuncias y de víctimas mortales asesinadas por sus maridos varía en
función de la institución que se consulte
Miguel Lorente y Nuria Varela, como expertos en violencia machista,
comparten el mismo diagnóstico y llaman la atención sobre el hecho de que el
36% de las 44 mujeres asesinadas en 2016 había denunciado a su agresor, lo que
demuestra, inciden, en que sigue habiendo un problema a la hora de valorar el peligro.
"En la lucha contra la violencia de género es muy importante romper el
silencio y el caso de Ana Orantes lo hace. Nos falta la voz de las
víctimas. No las escuchamos y no las creemos" aún dos décadas después,
explica Nuria Varela, autora del libro La voz ignorada. Ana Orantes y
el fin de la impunidad (2012). Esta periodista y escritora experta en
feminismo y violencia de género considera que el hecho de que no se crea a las
víctimas sigue siendo un "agujero negro en los juzgados" que
lastra la batalla contra esta lacra. "Subraya la valentía de una
"pionera" Ana Orantes, que "rompe el silencio de las
víctimas en los medios” Sin embargo, "nadie la hizo caso, nadie la
protegió", lamenta Varela, quien subraya que su asesinato fue "un
crimen anunciado". Había denuncias previas, pero nadie tomó
ninguna medida.
Por último, me gustaría destacar para ser fieles a la historia y sin restar
un ápice de importancia para al testimonio de Ana Orantes que realmente fue Francisca
de Pedraza la primera mujer española en denunciar la violencia de genero ante
los tribunales.
Fuentes consultadas.
https://es.wikipedia.org/
https://www.rtve.es/noticias/2017
https://www.femp.es/comunicacion/noticias/francisca-de-pedraza
https://maldita.es/malditateexplica/20201217/ana-orantes
Comentarios
Publicar un comentario